Partamos en
considerar que el siglo pasado nos trajo un repentino despertar a los peligros
de la degradación ambiental y por consiguiente algunas respuestas para
frenarla; muchos de nuestros gobiernos han reprobado esta asignatura en la
malla de calificaciones. Es entonces cuando el Siglo XXI nos está acercando
cada vez más al gran valor del agua, de nuestros alimentos, de la estabilidad
climática que depende de la diversidad de seres vivos y de los ecosistemas en
los cuales nos desarrollamos.
Según el Convenio sobre la
Diversidad Biológica se entiende por Biodiversidad “la variedad de organismos
vivos de cualquier fuente, incluidos, entre otras cosas, los ecosistemas
terrestres y marinos y otros ecosistemas acuáticos y los complejos ecológicos
de los que forman parte; comprende la diversidad dentro de cada especie, entre
las especies y de los ecosistemas”; y por Ecosistema, al “complejo dinámico de
comunidades vegetales, animales y de microorganismos y su medio no viviente que
interactúan como una unidad funcional”. Dos términos bastante claros que nos
acercan al estudio y contemplación de nuestros preciados recursos naturales.
América
Latina y el Caribe ofrecen a este planeta la biodiversidad y los ecosistemas
con mayor oportunidad de competitividad en un mundo que demanda a diario nuevas
fuentes de energías renovables, mayor sustentabilidad, situación que posiciona
a nuestra región en un podio que Europa, Asia o la empobrecida África
anhelarían ocupar. Tenemos una verdadera oportunidad en nuestras manos.
Aun cuando América Latina
y el Caribe ocupan solo el 16% de la masa terrestre del globo y en ella habita
sólo el 10 por ciento de la población mundial, el Informe 2010 del Programa de
las Naciones Unidas denominado América
Latina y el Caribe: Una superpotencia de Biodiversidad, nuestra región
comprende a seis de los países biológicamente más diversos del mundo como Brasil,
Colombia, Ecuador, México, Venezuela y Perú, así como el área más rica de
biodiversidad del planeta, el Amazonas.
El informe menciona que sólo
América del Sur posee más del 40 por ciento de la biodiversidad de la Tierra y
más de la cuarta parte de los bosques. El Arrecife Mesoamericano es la barrera
de coral más grande del hemisferio occidental. América Central, a pesar de
cubrir sólo el 0,5 por ciento de la masa terrestre, contiene el 10 por ciento
de su diversidad biológica. El 50 por ciento de la vida vegetal que se
encuentra en el Caribe no se da en ninguna otra zona del planeta.
Como latinoamericanos y
más como ciudadanos debemos tomar conciencia de que poseemos la mayor
biodiversidad del mundo, un recurso invaluable generador de vida, sin
recordarles que tenemos la Selva Amazónica, el bosque tropical más extenso del
mundo, con 6 millones de km², repartidos entre nueve países de los cuales Brasil
y Perú poseen la mayor extensión, seguidos por Colombia, Bolivia, Ecuador,
Guyana, Venezuela, Surinam y la Guayana Francesa. La Selva Amazónica, una de
las ecorregiones con mayor biodiversidad del mundo posee un 20 por ciento de
las especies mundiales de plantas, floreciendo en las innumerables lagunas que
se forman a lo largo del río Amazonas la planta Victoria Amazónica, cuyas hojas circulares alcanzan más de un metro
de diámetro.
Venezuela
se ubica entre las 20 naciones con mayor biodiversidad del planeta. Países como
Brasil y Colombia la superan en mayor número de especies en nuestro continente,
aunque en términos de densidad biodiversa, las cifras nacionales vienen a
superan a los países vecinos de mayor extensión geográfica. En nuestro
territorio nacional crecen 15.500 especies diferentes de plantas, numerosos
helechos, gramíneas, orquídeas, bambúes; los espectaculares contrastes entre la
cordillera de los Andes y el mar Caribe, dando como resultado innumerables
bosques de manglar, bosques decíduos y morichales, en fin, una cadena de
ecosistemas únicos que empiezan en selvas nubladas y paramos, terminando en
desiertos con bosques secos y vegetación xerófila. Además habitan en nuestro
territorio 1.200 especies de peces, aproximadamente unas 3.000 especies de
anfibios, unas 350 especies de mamíferos, así como 2.900 especies de reptiles,
sin contar las 150.000 especies de insectos.
Si
hacemos un cálculo de las especies que poseemos con respecto al resto del
planeta concluiremos que en nuestro país se encuentran el 8% de las especies
conocidas de plantas, un 5% de los anfibios, el 4% de los reptiles, un 13% de
las aves y el 7% de los mamíferos, todos ellos conviviendo en poco menos del
0.18% de la superficie planetaria que es ocupada por Venezuela.
Once son
las ecorregiones que posee Venezuela, desde playas paradisiacas, altas montañas
nevadas, formaciones de tepuyes, extensas sabanas, selvas tupidas y desiertos,
forman de este territorio uno de los más privilegiados por la naturaleza.
Que estamos haciendo para
aprovechar nuestros recursos naturales? Acaso se han fomentado políticas
nacionales para la preservación del medio ambiente al punto de garantizar
sostenilidad y competitividad en nuestro territorio? Son los temas ecológicos
prioridad para la agenda de nuestros gobernantes? Creemos en que es posible una
economía verde?.
Quizá el conocimiento
ecológico que hoy guardamos de la biodiversidad venezolana nos invita a
promover una cultura de aprovechamiento de los recursos naturales en forma más
responsable y ordenada, poniendo en práctica los principios del desarrollo
sostenible, pensando en las futuras necesidades de una población acostumbrada a
la utilización de combustibles fósiles, a la monoproducción, al descuido del
medio ambiente y a la ineficacia de nuestros gobiernos por implementar
verdaderos programas de sostenibilidad ambiental.
Debemos transformar el
modelo tradicional de desarrollo que ignora con marcada frecuencia los costos
medioambientales a los que nos hemos sometido, hay que apoyar un nuevo
paradigma que registre el valor de los servicios que pueden ser proporcionados
por ecosistemas sanos y funcionales.
“La prosperidad
de una nación depende de su competitividad, la cual se basa en la capacidad que
posee para generar bienes y servicios. Es necesario contar con políticas
macroeconómicas sanas e instituciones políticas y judiciales estables aunque
estas no constituyen condiciones suficientes para garantizar una economía
próspera. La competitividad se encuentra arraigada en los aspectos
microeconómicos fundamentales de una nación, la sofisticación de las
operaciones y la estrategia de la empresa y la calidad del entorno comercial
microeconómico en el cual la empresa compite. Es fundamental lograr un
entendimiento de las bases microeconómicas de la competitividad para la
política económica nacional”.
The Harvard Institute for Strategy and Competitiveness
Los
acervos de capital natural con los que contamos son una verdadera fuente de
crecimiento económico que podrían posicionar a la región como líder mundial en
el ofrecimiento de servicios generados por sus ecosistemas y su biodiversidad,
a cambio recibirá los beneficios derivados de la conservación y el manejo
sostenible. Solo de esta manera podremos salvar este gran reservorio de vida
que se diera dado a región alguna, mayor que el petróleo, que todo el oro y el
cobre y que quizás por tenerlo tan a la vista no nos permita vislumbrar sus
ventajas.
Jesús
Rodríguez Miranda
Politólogo y Abogado
rodriguezmirandajesus@aol.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario